Estoy con un pie en la cisterna del miedo
cara a cara con el trueno.
Se escucha el alarido pérfido, corriente,
de los rehiletes de oro.
A mí también me duele cuando lloran.
Pero me acompaña Legión con sus llagas
para protegerme de tus huesos.
Quién más podría tejer tus medias de pieles perfumadas
sino tu príncipe de armadura ronca,
tu tanque de guerra.
No encuentro la roca que vimos despegar
en ácidos fragmentos desde el suelo.
Tampoco encuentro mis piernas o mis dedos,
o lo que sea que haya perdido.
Estaba mejor en mi caja de astucia,
dentro del aniquilamiento sobre orugas.
Ayer le dije al cielo que te rompa
porque me has cargado del cuello para atarme;
donde yo te enfrento me devoras
y no puedo dejar de adorarte.
Me voy surcando abismos y me buscas
hasta el final de mi camino al infinito.
Ayer dije a los astros que no confío
en tu alarido de petróleo.
Miles de peces me llevaron de paseo
por el canto de tu espalda,
llano sagrado que la espuma envuelve
en el corazón de la noche.
Allá me ves ahora, encumbrado
en mi montaña de hierro armada.
Acabo de salir de mi coraza y mis rodillas
se doblan zigzagueantes en espasmos
al ver la púrpura laguna que he creado
en tu nombre, Muerte,
por tu nombre,
y bajo los pies de los hijos.
(Fragmento)
La Voz de Michoacán, (16-09-08) IN MEMORIAM +