No deja de romperse el otoño
con el estruendo de la mariposa débil.
Yo me ofrecí a las bocas de Helena y Penélope.
El Alarido de la ostra volvió sus ojos
una vez
hacia nosotros,
contemplándose en el brillo de los ojos escamados.
Y la sombra, huella inmaculada de los santos
y las sirenas,
se escabulle en un rehilete sonoro
que gruñe a la espalda de Perséfone desnuda.
El viento calla al tocar la vulva precipitada de la hembra,
sin respirar recorre su juicio perfecto
en calidad de ausente.
La roca
se va deformando entre los buenos días
y nosotros.
Nosotros, después de los señuelos mordidos,
nos embarcamos en el suplicio del agua,
amanecer de cobre que amarga la boca
con un canto de fuego en las entrañas.
Las bocas del mundo se descaman.
Las entrañas del mundo bajan al mar en arena.
Perséfone calla.
Penélope cabalga en carros de yeso
mientras la gota en el ojo de Helena
corrompe la savia con que el firmamento fue moldeado.
Alguen tiene que clamar por lluvia!!!
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