Esta noche fue de sol en mi pecho.
¡Qué cálido escudo me resguarda de mí mismo!
¡Cuán diáfana es la agonía al fusionar cardamomos y corales!
Incienso derretido en la falda del augurio.
Entronque deciso.
Bosque profundo.
Difunto perene.
Sea cual sea la gloria, llega en el momento justo,
llega porque tiene que desprenderse del siniestro laberinto
que confunde a los intrusos, a los no intrusos,
a los ciempiés.
Vamos caminando en soledad con los arbustos;
la madrugada se llena de brío encantador en unos ojos,
en la caricia de su mano que me diluye con humo.
Aurora que protege.
Valle escénico.
Valle elíptico.
Aurora que destierra.
Delirio que acoge.
Caribe y meseta.
No más tormento.
No más prisión.
No más desierto.
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